Mientras soñaba Un espacio para compartir todo aquello que se me pase por la cabeza. Pensamientos, viajes, naturaleza, cocina, moda, música... ¡Anímate a soñar conmigo!

domingo, 23 de julio de 2017

Tarta de Santiago

En unos días será el día de Santiago y para mí, que mi padre se llama así, me trae recuerdos de una de las comidas especiales que hacemos en mi casa porque la verdad, lo reducimos solo a Nochebuena, Navidad, la fiesta del pueblo (Santa Tecla en Brieves, el 24 de septiembre) y el día de Santiago. No se celebran santos ni cumpleaños, pero este día que no falte.

Por eso no podía dejar de hacer algo para conmemorarlo. Además, esta receta se ha preparado desde hace muchos años en mi casa. Es muy fácil, nos la pasó una vecina que falleció hace unos años, María la de Arcadio, que era una excelente cocinera y que tenía un jardín de rosales que quita el hipo.(Un año cuando hizo poda me dio unos cuantos esquejes y tuve la suerte de que varios arraigaron, sobre todo uno con un olor espectacular color como amarillo dorado... me encantan las plantas, echo de menos tener mi jardín).

Bueno, después de contaros un poco mi vida, os voy a incluir la receta. Habéis de saber que las características de la tarta auténtica son recogidas en el BOE. Intento en lo posible que se parezca a la original. Podeis bajaros una plantilla de la cruz de la orden de Santiago de la red, mejor con una cartulina que con un folio para que se mantenga rígida.

Ingredientes:
5 huevos
250 g almendras molidas
ralladura de 1 limón
una cucharadita de canela
azúcar glass (para decorar)

Elaboración:
En un bol añadimos el azúcar y la almendra molida y lo mezclamos bien. A continuación, vamos añadiendo uno a uno los huevos y batiendo la mezcla bien hasta obtener una masa de textura fina. Añadimos entonces la canela y la ralladura de limón y volvemos a integrar todos los ingredientes.

Mientras tanto, vamos preparando el molde para llevar la tarta al horno. Podéis usar papel de horno o bien untar con mantequilla /margarina/aceite un molde (yo usé uno de 26 cm que tengo, así quedaba muy finita, como de 2 cm de altura) y espolvoreamos con harina para que no se pegue la tarta al hacerse en el horno.


Rellenamos el molde con la mezcla y horneamos a 180ºC arriba y abajo hasta que coja un color dorado. En mi caso a la mitad lo dejé solo que se hiciera por abajo porque este horno no sé lo que tiene que parece que calienta demasiado, con los bizcochos y demás parece que siempre tengo que tapar con papel albal o me los abre, incluso en la parte baja del horno... ¡que ganas tengo de tener mi horno, el de mi cocina!(ahora estoy de alquiler).Para saber si la tarta está hecha o no, comprobamos con un palillo y si sale limpio, ya está lista. A continuación la sacamos del horno y la dejamos templar. 




Finalmente, para decorar la tarta, se coloca sobre la misma la plantilla de la cruz de Santiago y se espolvorea con azúcar glass. 


miércoles, 19 de julio de 2017

El alpinista

Desesperado por conquistar el Aconcagua inició su travesía, después de años de preparación, quería la gloria para el solo, por tanto decidió subir sin compañeros.
Subiendo se le hizo tarde, pero no se preparó para acampar. Siguió subiendo decidido a llegar a la cima, y le oscureció. La noche cayó con gran rapidez en lo alto de la montaña, no se veía absolutamente nada, todo estaba negro, ninguna visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.
En un acantilado, a sólo 100 metros de la cima, se resbaló . . . caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser absorbido por la gravedad.
Seguía cayendo. La angustia era cada vez mayor, en ese instante se le pasaron por la mente gratos, y no tan gratos momentos de la vida, pensaba que iba a morir.
De repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos.Como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar: Por favor
ayúdenme . . . 
De repente una voz grave, como salida de la nada contestó: ¿ Que quieres que haga ? 
Él respondió: Sálveme
La voz grave contestó a su vez :¿ Realmente crees que pueda salvarte ?
Por supuesto, respondió el alpinista. 
Entonces, suelta la cuerda que te sostiene . . . 
Se hizo el silencio . . .El hombre quedó inmóvil, se aferró aún más a la cuerda y reflexionó . . .
Cuenta la leyenda que a la mañana siguiente la patrulla de búsqueda y salvamento encontró al escalador casi muerto. La mano la tenía totalmente congelada y le quedaba apenas un hilo de vida, el alpinista pudo salvar su vida, paradójicamente aferrado a su soga… a menos de un metro del suelo. Si se hubiese soltado hubiese podido regresar por su propio pie al refugio pero no lo hizo por temor a perder su vida.


A veces, no soltar es la muerte.
A veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó.
Soltar las cosas a las cuales nos aferramos intensamente creyendo que tenerlas es lo que nos va a seguir salvando de la caída.
Todos tenemos una tendencia a aferrarnos a las ideas, a las personas y a las vivencias. Nos aferramos a los vínculos, a los espacios físicos, a los lugares conocidos, con la certeza de que esto es lo único que nos puede salvar. Creemos en “lo malo conocido”, como aconseja el dicho popular.
Y aunque intuitivamente nos damos cuenta de que aferrarnos a esto significará la muerte, seguimos anclados a lo que ya no sirve, a lo que ya no ésta, temblando por nuestras fantaseadas consecuencias de soltarlo.

domingo, 9 de julio de 2017

Bizcocho de chocolate fácil

Si. Ya sé, estamos en verano, como que no apetece acercarse a un horno. Pero es que no me he podido resistir. Tenía ganas desde hace tiempo, tenía los ingredientes y así libramos a las peques de comer cualquier porquería industrial y comen algo (más) sano.Y aparte este bizcocho es muy, muy fácil de hacer. Sólo hay que batir bien todos los ingredientes y llevarlo al horno. Ya me contaréis. Incluso lo podéis convertir en una tarta rellenándolo, untándolo por fuera, etc.
Animaros a probarlo, no os arrepentiréis, nosotros lo desayunamos varios días (y yo no suelo comer nada).

Ingredientes:
4 huevos
1 vaso y 1/2 de harina
1 vaso y 1/2 de azúcar
1 vaso de cacao en polvo
1/2 vaso de aceite de girasol
1/2 vaso de leche
1 sobre de levadura química
Azúcar glas

Elaboración:
En un bol ponemos los huevos con el azúcar y lo batimos bien con batidora, de modo que obtengamos como una crema. 



A continuación, agregamos la leche, el aceite, el cacao en polvo, la harina y la levadura y batimos bien todo hasta mezclarlo por completo. 


Vertemos la mezcla en un molde, previamente engrasado y enharinado y la llevamos a un horno de 180 ºC durante una hora. 



Comprobamos cada poco que al pincharlo por el centro con un palillo, este sale limpio, lo que nos dirá que está listo para sacarlo del horno. Luego lo dejamos templar y lo espolvoreamos con azúcar glas para adornar. 


viernes, 7 de julio de 2017

Crema de calabacín con nata y queso Philadelphia

Cuando leí esta receta me recordó ligeramente a la vichisoysse y me dije, ideal ahora para este calor, una crema fresquita y ligera. Como siempre, muy fácil, facilísimo y además se puede llevar en el tupper al trabajo, ¿Qué más queréis? Aquí os dejo la receta, animaros a comentar si os gusta. 

Ingredientes:
2 calabacines grandes
200 ml crema de leche
30 gr queso Philadelphia 
sal
1 pizca pimienta molida
1 poco de albahaca

Elaboración:
En primer lugar, pelamos y cortamos los calabacines, los ponemos a cocer en una olla con agua, salpimentamos al gusto y añadimos un poco de albahaca, también. Esto le dará un toque diferente a la crema.


Cuando ya estén cocidos los calabacines, retiramos el agua y los pasamos a un vaso de batidora. A continuación, añadimos el queso Philadelphia y luego la crema de leche. Lo batimos todo muy bien, 
dejando una crema muy fina. Y ya está, solo queda emplatar, utilizando por ejemplo un poco de crema haciendo un dibujo por encima (gotas, filigranas, etc), un poco de cebollino picado, etc.


sábado, 1 de julio de 2017

Flores de piña y hojaldre

Ahora que aprieta el calor apetece poco meterse en la cocina, pero esta receta es súper resultona y no lleva nada de tiempo. Lo mejor, la presentación. Os quedará perfecto para una cena improvisada con invitados o que queráis hacerla un poco especial.

Ingredientes:
1 lámina de hojaldre
6 rodajas de piña (en lata en su jugo o natural, siempre que esté dulce)
6 cerezas confitadas
1 yema
azúcar

Elaboración:
Antes de comenzar, preparad el rodillo, un cuchillo, un vaso con una boca más ancha que la piña, los ingredientes, el molde, etc. Básicamente, preparad ingredientes y elementos que vais a necesitar para tenerlos todos a mano y no dar vueltas en medio de la preparación del plato.
Precalentamos el horno a 200ºC arriba y abajo. Estiramos la lámina de hojaldre mediante rodillo, de manera que dejemos una superficie uniforme, sin dobleces. No es necesario que la lámina quede muy fina, incluso os diría que es mejor que sea un poco más grueso para que haga contraste con el sabor de la piña.


Con un cortador de galletas, un cortapastas o con un vaso, cortamos 6 redondeles un poco más grandes que las rodajas de piña.



Con el hojaldre sobrante, cortaremos 48 tiras de hojaldre pequeño, alrededor de 5cm de largo por medio cm de ancho para conformar las flores que lucen este plato.
Echamos un puñadito de azúcar sobre cada base de hojaldre. Por otro lado, secamos la piña para que se adhiera mejor al hojaldre colocándola sobre un papel de cocina para que absorba todo el posible jugo que pudiera contener en exceso. 
Una vez secas, las colocamos sobre cada una de las bases hojaldradas y sobre ellas, vamos colocando una a una 8 tiras sobre cada rodaja de piña, procurando que queden separadas y de forma equitativa. Pegamos los extremos a la base del hojaldre, con ligeros toques. 
Batimos la yema de huevo y con un pincel pintamos todas las tiras de hojaldre. Colocamos la cereza confitada en cada hueco de la piña, que le dará el toque final al postre, ocultando también los extremos de las tiras que se verían un poco burdas de otro modo. Como veis son operaciones sencillas que pueden hacer las delicias de los más pequeños, les acostumbramos a hacer las cosas por si mismos y se entretienen con cosas diferentes, más constructivas. 
Pondremos las flores de piña sobre un molde sobre el cual se haya colocado papel de horno e introduciremos el mismo alrededor de 20-25 minutos, hasta que el hojaldre adquiera un color dorado. 
Para servir, pueden tomarse recién hechas o esperar que enfríen a temperatura ambiente, pero han de ser rápidamente consumidas para evitar que cambien la consistencia de las flores.
¿Os ha gustado la receta de hoy? ¿Os atreveríais a probarla? Comentad si os apetece.