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domingo, 14 de marzo de 2021

Los clavos

Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.


El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que el aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.
Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta.
Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.
Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta.
Le dijo:
- "Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tu pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves."

Lo que esta historia intenta transmitirnos es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfadado, con mal carácter, por mucho que trates de arreglarlo, el daño hecho, la herida que queda es difícil de sanar u olvidar, tal como esos agujeros en la puerta. Ya no importará tanto que pidas perdón porque las palabras hieren del mismo modo que una herida física. 


Cuantas veces por el día a día ocupados y con una lista de tareas interminable no contestamos a nuestros familiares o amigos con malos modos por el estrés, haciéndoles daño. A ver si este cuento nos hace fijarnos más en este punto e intentamos mejorarlo.

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