Como habréis notado he estado un tiempo de vacaciones. Ahora estoy preparando cosillas para volver a actualizar el blog... ya veréis que bonita es mi tierrina...De momento os dejo con entradas que tenía preparadas de hace tiempo.
Cuanto me ha gustado el siguiente texto que comparto con vosotros. Porque hay tantos puntos en los cuales me siento tan identificada, hay tantos pequeños detalles que pueden hacer felices a ti, tus conocidos o desconocidos y te pueden resultar gratificantes... espero que os guste tanto como a mí.
¿Alguna vez te has preguntado qué ocurre con las cosas que nunca existieron porque nosotros no las dejamos existir? ¿Qué pasa con aquellas acciones que casi cobran vida pero al final las ahogamos y no las dejamos salir? Son como pequeños destellos en nuestras intenciones que justo antes de nacer desaparecen. Esos destellos tienen que ir a algún sitio.
Cuando ves a una persona a la que no conoces llorando sola y sabes que está triste, puede que porque haya tenido un mal día, y te gustaría abrazarla con cariño aún siendo una desconocida. Decirle que no se preocupe, que todo va a ir bien y hacerla sentir mejor con ese abrazo porque posiblemente lo necesite. Pero no le das ese abrazo. Porque te cortas, porque nos han enseñado a no demostrar amor a desconocidos. Y sigues tu camino pasando de largo. Pero el destello de ese abrazo existió durante un instante.
Cuando estás hablando con alguien y de repente te das cuenta de que te mueres de ganas de besarle. Sonríes como un tonto y te pregunta “¿por qué sonríes?” y tu le contestas que “por nada”. Pero en realidad sí sonríes por algo: sonríes porque existe el destello de un beso a punto de convertirse en fuegos artificiales. Pero tú te lo callas, no le das ese beso y el destello desaparece.
Cuando estás pensando en una persona a la que quieres pero está lejos y te acuerdas de esos momentos juntos tan bonitos, de lo feliz que te hace, de lo mucho que la echas de menos y de que seguramente también te está echando de menos a ti. Y te encantaría decirle en ese momento que la quieres. Pero no coges el móvil para mandarle un “te quiero” porque piensas que no hace falta, que a lo mejor es una tontería. Y dejas que ese instante pase, y el destello de ese “te quiero” se va con él.
Esos destellos tienen que ir a algún sitio.
Yo creo que hay un cementerio de destellos. Un lugar donde los abrazos, los besos y los “te quiero” no dados van cuando nosotros no los dejamos existir. Y allí se quedan, vagando sin poder salir. Un lugar en el universo lleno de destellos preciosos que nunca llegaron a ver la luz, y aunque consiguieran salir de allí su razón de existir ya se les ha olvidado. Ese abrazo ya no recuerda para quién era, ese beso ya no sabe si era de amor, ese “te quiero” ya no se acuerda de a quién iba dirigido. Y no saben dónde ir ni qué hacer. Se pierden.
Y aquí está la respuesta a la pregunta: lo que no se da, se pierde.
Se pierde para siempre y ya nunca será. Ese abrazo que no hiciste ya nunca podrá ser hecho. Ese beso que no diste ya nunca podrá ser dado. Ese “te quiero” que no dijiste ya nunca podrá ser dicho. Y cada vez que esto ocurre una persona en el mundo se queda sin un abrazo, sin un beso, sin un “te quiero”.
Te propongo una cosa: piensa en una persona a la que quieres. Puede ser tu madre, tu padre, un amigo, tu novio… Sí, esa en la que estás pensando ahora mismo. Busca su teléfono en el móvil y mándale un mensaje. Sencillo. Sólo dos palabras: TE QUIERO. Nada más. Sin más explicaciones. Hazlo. Ahora.
Acabas de evitar que un “te quiero” se pierda para siempre, y acabas de hacer sonreír a una persona.
Sonríe tú también, porque cada sonrisa que no se da, se pierde.
pues si que se pierde, es precioso tu post
ResponderEliminarMuy agradecida, el texto no es mío pero me encantó.¡Gracias por comentar!
ResponderEliminarMarta