Pocas veces un paisaje tan espectacular es tan accesible, incluso con carritos de bebé, en buena parte. Nos adentramos hoy en el Parque Natural del Cañón del Río Lobos, un impresionante paisaje resultado de la erosión producida por el Río Lobos, el viento y el color que le aportan los óxidos que emergen por sus paredes. Se encuentra situado a unos 200 kms de Madrid, en la provincia de Soria, a escasos kilómetros de la pequeña localidad de Ucero.
Desde la carretera podemos atisbar las impresionantes paredes del cañón, que va zigzagueando con el curso del río. Las paredes son espectaculares, con unos colores rojizos de piedra y ... dejando ver sus tesoros, como los buitres leonados.
Para llegar a los parkings que hay habilitados, tenéis que dirigiros hacia el pueblo de Ucero. Una vez paséis el pueblo, a la izquierda veréis la señales. Seguid hasta el último parking para no quedaros muy lejos. En principio no debería haber problemas de aparcamiento. No son gratuitos, creo que el coste era en torno a 3 euros pero merece la pena dejarlo bien aparcado y cerca del camino, porque sino lo tendrías que dejar en la carretera, donde apenas hay arcén y mucho paso de coches hacia las distintas rutas.
Una vez aparcado el coche, comenzamos a caminar. Hay dos opciones, ir por la pista rodeada de sabinas, o por una senda que va bordeando el río, las dos opciones llegan hasta la ermita, nosotros como ya habréis imaginado elegimos la pista.
La parte a la que nosotros nos dirigimos es la archiconocida ermita de San Bartolomé, por su accesibilidad, dado que íbamos con un bebé que llevaba poco tiempo caminando. Es un tramo de de 3,5 kilómetros hasta la Ermita de San Bartolomé, que es el punto más concurrido y visitado. Es un paseo muy agradable de algo más de una hora de duración entre pinos y sabinas (creo que son enebros).
Cuando tras el paseo comienzas a ver la hoz y la ermita, ubicada en medio del cañón, te quedas boquiabierto, es una preciosidad. La ermita de San Bartolomé, construida en el siglo XII, era del Temple, una de las más famosas órdenes militares cristianas y que tuvo una notable importancia en esta zona. Su brusca erradicación ha dado lugar a leyendas que han mantenido vivo el nombre de los caballeros templarios hasta nuestros días.
La ermita, que se encuentra en un magnífico estado de conservación, se exhibe llena de simbología, con su cruz templaria y la estrella de Sión. Por esta zona hay mucho prado por donde poder descansar o tomarnos nuestra merienda o picnic.
Estamos en un parque natural, no se os olvide recoger todo para dejarlo tal y como os lo encontrasteis. En los pequeños recovecos que se forman en las paredes calizas anidan un centenar de parejas de buitres leonados. Es uno de los principales motivos para visitar la zona. Por todo el camino encontraréis gente con prismáticos avistando a los buitres y sus polluelos en los nidos. No olvidéis los vuestros si queréis verlos de cerca.
Junto a la ermita y a través de un camino bastante sencillo de dos minutos podemos subir a una de las paredes del cañón y ver un espectacular agujero en la piedra y unas vistas espléndidas.
A la derecha está la Cueva Grande, con una entrada impresionante, flanqueada por unos enormes paredones de piedra.En su interior, se aprecia la magnitud de la misma mucho más grandiosa y profunda una vez te adentras en ella.
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