viernes, 23 de octubre de 2015

No grites

¿Cuántas veces escuchamos a personas gritarse y discutir sin apenas escuchar al otro? Encontré una frase que lo resume todo en Proverbios 15:1 “La respuesta suave quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor.
Un maestro preguntó a sus alumnos:
- ¿Por qué la gente grita cuando está enfadada?
- Porque perdemos la calma- contestó uno.
- Pero, ¿por qué gritar si la otra persona sigue a nuestro lado? ¿No es posible decir lo mismo sin gritar?
Los alumnos no acertaron del todo en sus respuestas y el maestro les explicó: Cuando dos personas se enfadan, sus corazones se alejan mucho y para cubrir esa distancia, es necesario gritar. Cuanto más enfadados estén, más separados se hallarán, y más necesario será gritar.

El mismo maestro preguntó a sus alumnos:

- ¿Cómo hablan dos personas que se han enamorado?

- No se gritan, maestro -contestó un alumno- se hablan suavemente, porque sus corazones están muy cerca. Incluso en determinados momentos sólo se susurran, o incluso ni eso, tan sólo se miran. Porque sus corazones están realmente unidos.

Así que cuando alguna vez nos enfademos, porque seguro que nos enfadaremos, no permitamos que las palabras alejen más nuestros corazones. No vaya a ser que se alejen tanto tanto que luego no encuentren el camino de vuelta.La intensidad del grito esta marcando la gran distancia que existe entre dos personas.


¿Cuándo seria lógico gritar? Cuando hay una distancia física considerable o un espacio concreto que hacen que el tono normal de la voz sea inaudible.

Si estoy a muchos metros de un ser querido que se ha olvidado algo mientras se esta yendo, suena comprensible elevar el tono de voz para que el detenga su marcha, gire su cabeza y pueda escuchar lo que intento decir.
¿Por qué entonces gritamos a alguien que esta enfrente a nosotros, en el mismo cuarto, en el mismo ambiente, a 10 cm. de nuestro rostro?

La próxima vez que gritéis, pensad acerca de la distancia que estáis marcando con respecto al otro ser que tenéis enfrente.Cuanto más queramos a alguien, sobran las palabras y esas pocas que se digan, son expresadas con absoluta dulzura y amabilidad, valorándolas justamente por ser pocas y preciadas.



¿Cual es el fin del hablar sin parar? Mantener activa una relación, creyendo que el otro permanece mas en nuestra vida cuando mas hablamos? Confundimos una comunicación sana con un océano desbocado de palabras, siempre he pensado que quien no puede parar de hablar es porque no soporta estar en silencio consigo mismo, como sino quisiera escucharse...
Cometemos la locura de llegar a nuestra casa que debería ser un santuario de vibraciones pacificas y bellas, y al minuto de abrir la puerta le contamos a quienes están allí, todo lo que nos sucede en el mundo para que el otro acompañe nuestra situación o nos consuele en nuestra calidad de victima.
Después de la incontinencia verbal, solemos encender la televisión y escuchar durante varias horas mas, como hablan los otros.Nuestras mentes adictas al ruido no se permiten el espacio de sanación que solo da el silencio.
Después que las parejas se han contado todo, solo aceptan callar si es la televisión quien ocupa ese lugar de alteración que se prolonga durante el día. ¿Es esto hablar desde el alma?  ¿Es esto hacer que el corazón se exprese? ¿Es esto amarse con cada mirada, con cada gesto y con la cantidad mínima de palabras que según la situación diaria le dan un toque de encanto a la relación?

Lo que todo esto nos lleva a pensar es que cada vez más, al negarnos esa conversación frívola, intrascendente, estamos perdiendo la oportunidad de acercarnos a la persona de enfrente, adentrarnos en su alma, mimarlo, besarlo... adormeciéndonos como persona. 

Para cerrar esta reflexión de hoy, os incluyo una frase de Sai Baba: “Mas de tres minutos hablando de uno mismo, ya está el ego tomando el control de la situación”  

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